Todos
pudimos ver ayer en el esperado debate “cara a cara” esos momentos de tensión,
cuando Pedro Sánchez le dijo a Mariano Rajoy “usted no es decente”, por el
hecho de no haber dimitido tras descubrirse los papeles de Bárcenas.
Rajoy había
mostrado enfado ante el reproche sobre los recortes en política de género, pero
en concreto, este tipo comentario le sacó de sus casillas, mostrando “ira” y
respondiendo con ese “hasta aquí hemos llegado”. El asunto se convirtió en una
especie de enfrentamiento personal, azarándose inicialmente Rajoy y
respondiendo con calificativos del tipo “ruin, mezquino, miserable y
deleznable”. Todos los españoles pudimos escuchar esos “puñetazos dialécticos”
por parte Rajoy, a pesar de su preparación para contenerse ante las acusaciones
de Sánchez.
Pero ¿fue incontrolada
la expresión de Pedro Sánchez?, ¿estaba ensayada la respuesta de Rajoy?, es
decir, ¿lo había previsto Rajoy y su equipo de asesores?, ¿quién dio mayores
muestras de satisfacción tras el debate?, ¿quién quedó más afectado?, ¿cuál de
los dos candidatos sale más reforzado tras ese momento tan tenso?
Todos
pudimos apreciar en ambos candidatos esas sonrisas forzadas de la foto inicial.
La disposición de los candidatos, sentados y protegidos por una mesa, hizo que
prácticamente pasaran desapercibidos esos gestos iniciales que denotaban
incomodidad, con esos pies retraídos y cruzados a la altura de los tobillos.
Sin embargo sus manos depositadas sobre la mesa, con los dedos estirados,
trataban de mostrar serenidad, a pesar de que inicialmente a uno de ellos le
temblaran un poco. Además, ambos disponían de sendos bolígrafos en sus manos,
cuyo contacto y manipulación, en un momento dado, pudo llegar a ser
tranquilizador, apaciguador de la tensión que en determinados momentos vivieron
ambos candidatos.
Excesivos
datos (con muchos papeles sobre la mesa) y excesivas interrupciones, fueron dos
características que quizás tendrían que valorar los futuros políticos
candidatos a este tipo de debates. Pero también tendrían que valorar los
beneficios, a corto y largo plazo, de un espectáculo como el sucedido.
Fue curioso
como la habitual sonrisa de campaña de ambos candidatos se redujo a la mínima
expresión a lo largo del debate. Ahora la expresión dominante era el ceño
fruncido, que representa la ira y el enfado. El debate fue subiendo de tono y
llegó al punto de discusión acalorada que es, en esencia, una “pelea” no
física. Y es que el cruce de acusaciones, los sarcasmos, el menosprecio a la
talla profesional de alguien o el uso de insultos, no dejan de ser sino
equivalentes modernos de la lucha que tanto ha contribuido a la supervivencia
del hombre. Solo hay que echar un vistazo a los periódicos del día siguiente
donde, en función del color de la editorial, cada uno da como vencedor a su
candidato favorito y emplean expresiones propias de actividades como el boxeo
(“lo dejó kao técnico”).
Hubo algún
comentarista que lanzó un símil entre el debate y la entrevista de trabajo. A
esta entrevista se presentaban dos candidatos distintos y los telespectadores
tenían que tomar la decisión de a quien “contratar”
para ser el futuro presidente del gobierno. Pero lo que los telespectadores al
final presenciaron, tuvo más relación con la lucha por la supervivencia que con
una entrevista de selección de personal.
El decoro
de los políticos de cierta talla debería impedir que los candidatos se dejaran
llevar por sus instintos más primitivos de lucha al sentirse amenazados. Pero
esto no sucedió en ese cara a cara. No es aconsejable usar la violencia, ni
física ni verbal, como medio para conseguir los objetivos previstos. El “cueste
lo que cueste” se convirtió en “y tú más” y, probablemente, ello no benefició a
ninguno de los dos candidatos. Además la violencia, aunque sea verbal, da lugar
a una mayor confusión emocional, haciendo difícil concentrarse y pensar con
claridad sobre la situación amenazadora en la que nos encontramos. En esos
casos, quizás la mejor estrategia sea hacer uso del aplomo y la serenidad, o tratar
de reconducir la situación hacia cierta cordialidad. Los enfrentamientos
personales restan nivel a cualquier debate. Además, cuando estamos
emocionalmente excitados, la capacidad para pensar con eficacia se ve
disminuida, se paralizan muchas de nuestras capacidades cognitivas, para que
nuestro sistema límbico pueda tener
acceso a todos nuestros recursos cerebrales disponibles. Como afirma Goleman,
nuestro sistema límbico nos hace reaccionar pero no razonar.
Todos
podemos perder el control en un momento dado y reaccionar de manera descontrolada,
de manera inconsciente; pero después podemos recuperar el control, gracias a
nuestra mente consciente, y tratar de reconducir la situación. Los televidentes,
desde luego que se habrán formado su impresión sobre la idoneidad de cada
candidato y premiarán, o castigarán, a cada uno con su rúbrica en las urnas.
Sin embargo,
quedan otros interrogantes sobre lo sucedido en el debate, como si estaba
ensayada la respuesta de Rajoy, o si se vieron cumplidas las expectativas que
tenían ambos candidatos.
Desde luego
que el equipo de Rajoy sabía que el manejo del asunto de la corrupción era “capital”
y que Rajoy debía contenerse y permanecer impasible ante las acusaciones de
Sánchez. La inexpresividad de Rajoy así lo puso de manifiesto en muchos
momentos mientras aguantaba el chaparrón que le estaba cayendo. Pedro Sánchez
mostró determinación, desacuerdo y enfado con todo el asunto de la trama
Gürtel.
Pero llegado el momento de tomar el turno de palabra, Rajoy se tomó su tiempo y respondió mostrando sus manos, en señal de “basta”, y con ese “uhm…hasta ahí hemos llegado” le replicó con ese “si usted creía… su obligación era haber presentado una moción de censura”.
Pero llegado el momento de tomar el turno de palabra, Rajoy se tomó su tiempo y respondió mostrando sus manos, en señal de “basta”, y con ese “uhm…hasta ahí hemos llegado” le replicó con ese “si usted creía… su obligación era haber presentado una moción de censura”.
A nivel
público se verá en las urnas, pero a nivel personal podríamos analizar
brevemente si las expectativas de ambos candidatos se vieron cumplidas. Para
ello, podríamos acudir a los momentos inmediatos, posteriores a esa situación
de “lucha” que vivieron.
Ocurre que
las cámaras no mostraron el rostro inicial del señor Rajoy, a quien las
imágenes tomaron ya ante los medios, mostrándose enérgico y esbozando ciertos
gestos de “alegría” o de “satisfacción”.
En cambio,
sí se filtraron en televisión imágenes del señor Sánchez dando muestras de su
enfado, con los labios apretados y las comisuras marcadas hacia abajo. Este
gesto, con predominio de las Unidades de Acción 14+15+23+24 (Sistema de
Codificación de la Acción Facial, Ekman & Friesen 1978), denota desagrado,
rechazo, molestia o abatimiento. En definitiva es una clara muestra de insatisfacción.
No sabemos
si el motivo del enfado era por la propia actuación o por otras cuestiones,
pero desde luego que ahí Pedro Sánchez descuidó la imagen de su puesta en
escena. Es más, apenas llegó a esbozar una leve sonrisa en los momentos
posteriores al debate, dando muestras de seguir afectado, o de estar haciendo
una valoración de lo ocurrido.
El gesto
mostrado por Sánchez suele aparecer cuando nos enfrentamos a un problema al que
no encontramos solución y pensamos que ya no puede hacerse nada más para tratar
de solucionarlo. No podemos adivinar sus pensamientos, pero sí hacer inferencias
a partir de la emoción mostrada y es que, seguramente, le hubiera gustado haber
hecho algo más por “derrotar” a su “contrincante”.
Para los
que se dedican a la política, cuidar hasta los más mínimos detalles de su expresión
facial, sobre todo cuando están ante los medios, es fundamental. Y las “peleas”,
aunque sean de forma dialéctica, conllevan reacciones viscerales difíciles de
controlar y que pueden dejar “tocados” a unos y a otros.