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miércoles, 24 de abril de 2019

La otra cara de la expresión facial humana


Durante los últimos sesenta años se nos ha hecho creer que nuestro rostro refleja las emociones que sentimos de forma biológica, categórica, icónica y universal; que si modificamos esas expresiones “automáticas”  es debido a la intermediación de determinadas normas culturales, que son las que marcan unas “reglas de expresión”. Yo mismo estuve convencido de ello, supongo que porque cuando acudí a la gran cantidad de literatura especializada en ese tema, prácticamente todo provenía de la denominada Teoría de las Emociones Básicas (Basic Emotion Theory o BET). Es más, la idea de que ciertas expresiones faciales son producidas idénticamente por cada individuo, resulta muy llamativa y ha llevado a muchos países a marcar el diseño de diversos sistemas de seguridad aeroportuaria, o el de determinados protocolos de interrogatorio americanos tratando de detectar el engaño.



Esta teoría se ha nutrido fundamentalmente del denominado modelo Neurocultural de Ekman (1972, 1980, 1982), el cual, basado principalmente en el modelo de Darwin, inspiró a numerosos científicos a profundizar en el campo de las emociones y a publicar cientos de artículos que sustentaban la teoría de que nuestro rostro expresa, de forma prototípica, la emoción sentida y que seis de ellas se expresan de manera universal (alegría, ira, tristeza, miedo, asco, sorpresa). Según dicha teoría, la expresión facial está biológicamente determinada (orígenes filogenéticos) y es universal, pudiendo ser modificada (atenuada, enmascarada, disimulada) por convenciones culturales (Ekman & Friesen, 1969); es decir, modificable ontogenéticamente. Con posterioridad, Ekman añadió en alguno de sus escritos una séptima emoción al listado: el desprecio (pero dejaremos este asunto de lado).

Ahora, los defensores de dicho modelo, dicen haber ampliado el estrecho enfoque de esas emociones básicas a más de 20, aunque reconociendo la influencia del contexto en el reconocimiento de la emoción (Keltner, Sauter, Tracy, Cowen, & A., In press), incluyendo que también pueden señalar “intenciones” y hablando, ahora, de “cierto grado de interculturalidad”. Pero, sus fundamentos siguen sin ser sólidos y me llama la atención que se nieguen a reconocer tácitamente que estaban equivocados, que investigadores como Fridlund, Crivelli, Russel o Fernandez-Dols, entre otros, tenían razón. También me sorprende que en los libros de texto vinculados a las ciencias sociales, al hablar de emociones, ni siquiera se cite el punto de vista de la Teoría de la Ecología del Comportamiento.

El punto de vista de la Ecología del Comportamiento (Behavior Ecology View of facial displays  o BECV), en palabras de Crivelli y Fridlund  (2019), viene a ser una teoría funcionalista y externalista, basada en modernas teorías de comportamiento animal y en la evolución biológica y cultural del ser humano y supone una robusta alternativa a BET.

Yo, que durante años me consideré un defensor acérrimo de los postulados de la BET, he tenido la suerte de poder profundizar en el campo de las emociones desde otros enfoques diferentes. Por ello, desde hace unos cuantos años comparto que la expresión facial, como otros comportamientos, está determinada principalmente por factores situacionales incrustados en un sistema de tensión dinámica (Fernández-Dols, 1999), que la coherencia entre emoción y expresión facial es de moderada a baja para todas las emociones, con la excepción de la expresión de “felicidad”/”diversión”, siendo la “diversión” una categoría distinta y teniendo mucho más derecho a ser llamada “emoción básica” que alguna de las 5 restantes emociones básicas clásicas establecidas por Ekman en 1972 (Durán, Reisenzein, & Fernández-Dols, 2017); que existe evidencia que no respalda la afirmación de que el ser humano reconoce universalmente las emociones básicas a partir de las señales de la cara, que en ello influyen enormemente variables como la cultura y el idioma hablado, que los estudios del modelo Neurocultural emplearon un diseño intra-sujeto, con fotografías que mostraban expresiones faciales exageradas y posadas, desprovistas de contexto, con un formato de respuesta cerrada y forzada que canalizaba una variedad de interpretaciones en una sola palabra (la especificada por el experimentador), con un procedimiento que permitió que los observadores juzgasen una expresión facial en relación con otras presentadas y llevar a cabo un proceso de eliminación al emitir sus juicios (Nelson & Russell, 2013); que la expresión de “alegría” no es un indicador fiable per se de felicidad y que la probabilidad de expresar sonrisas es muy baja en ausencia de interacción social frente a las situaciones de interacción social (Ruiz-Belda, Fernández-Dols, Carrera, & Barchard, 2003); que las expresiones faciales y vocales están dirigidas a un receptor, que los intereses del emisor y del receptor pueden entrar en conflicto, que hay muchos factores determinantes para enviar una expresión además de la emoción, que las expresiones influyen en el receptor en una variedad de formas, que la respuesta del receptor es más que simplemente decodificar un mensaje, que los humanos no identificamos de la misma manera, no atribuimos el mismo significado emocional a las diferentes exhibiciones o expresiones faciales y que posiblemente percibamos el estado interno del emisor en términos de dimensiones bipolares: placer-desagrado, somnolencia-activación, etc. (Russell, Bachorowski, & Fernández-Dols, 2003); que en ambientes naturales, la evidencia disponible apunta a correlaciones débiles entre las emociones y sus expresiones previstas, que las expresiones faciales no deberían definirse como señales “nítidas” y “verdaderas” de una emoción, sino más bien como señales rápidas, múltiples e imprecisas que, sin embargo, son adecuadas (adaptativas) para sus remitentes en una situación particular, que tales señales están vinculadas a diferentes procesos mentales, pudiendo incluir movimientos faciales simultáneos o sucesivos vinculados a reacciones afectivas, valoraciones, motivos sociales o estrategias de regulación, pero también a procesos cognitivos o convenciones culturales (Fernández-Dols & Crivelli, 2013); que la “expresión de emoción” es un término de sentido común que oculta el desafío científico que plantea un flujo continuo de movimientos musculares de cuerpos moviéndose en un mundo de tres dimensiones que produce eventos con un significado flexible y dependiente del contexto (Fernández-Dols, 2013); que  las expresiones faciales son herramientas para las interacciones sociales en lugar de muestras de emociones básicas (Crivelli, Carrera, & Fernández-Dols, 2015); que son herramientas flexibles que utilizamos contingentemente para regular nuestras acciones de interacción social, ya sean éstas, públicas o privadas, con interlocutores reales o imaginados, animales, agentes virtuales, o incluso objetos inanimados a los que les atribuimos entidad (Crivelli & Fridlund, 2018); que las expresiones faciales no son hacia nosotros, sino hacia el cambio de comportamiento de quienes nos rodean (Crivelli & Fridlund, 2018; Crivelli & Fridlund, 2019); que los conceptos de BET de “emoción”, “reconocimiento”, “expresión facial” y “universalidad” están plagados de suposiciones infundadas y evidencia no concluyente y que una expresión facial específica no siempre está dirigida a transmitir el estado emocional específico del remitente (Fernández-Dols & Crivelli, 2015); que sorprendentemente para los trobriandeses de Papúa, Nueva Guinea, un rostro que para los occidentales se consideraría como muestra de miedo y sumisión es interpretado como “ira” y “amenaza” (Crivelli, Russell, Jarillo, & Fernández-Dols, 2016), por lo que ese “reconocimiento universal de la expresión facial” quizás no lo sea tanto y los estudios en culturas remotas requieran una revisión más cuidadosa; que no todos los humanos reconocen ciertas emociones específicas a través de la expresión facial, ya que en diversos estudios con sociedades indígenas con contacto limitado con influencias culturales externas, al mostrarles las expresiones faciales prototípicas y pedirles que señalaran a la persona que sentía una emoción específica (de felicidad, miedo, ira, asco o tristeza), la tesis de la universalidad solo fue apoyada moderadamente para la felicidad, siendo aún más modestos los resultados para el resto de las emociones denominadas “básicas” (Crivelli, Jarilo, Russell, & Fernández-Dols, 2016)

Pero estos y otros estudios no han sido difundidos suficientemente, apenas son populares. Y es que la idea de que la expresión facial tiene su propio lenguaje, que podemos leer, e incluso desvelar los sentimientos ocultos de un individuo, resulta extremadamente atractiva (y para muchos enormemente rentable).


Sigue sin haber consenso sobre qué es emoción y cómo puede medirse. Podemos encontrar cientos de definiciones diferentes sobre la emoción. Los defensores de BET ahora plantean que las emociones son patrones dinámicos y multimodales de comportamiento que involucran acción facial, vocalización, movimiento corporal, mirada, gesto, movimientos de cabeza, tacto, respuestas autonómicas e incluso el olor (Keltner, Tracy, Sauter, Cordado, & McNeil, 2016). Valoro positivamente que ahora tengan en cuenta otros canales no verbales como transmisores de señales, pero ya autores como Patterson (Patterson, 2011, pág. 39) nos hablaban de una especie de “regla de conjunto”, al resaltar que no enviamos y recibimos mensajes separados por canales y que debemos analizar cómo se relacionan los elementos formando patrones más amplios de comunicación no verbal, que son los que realmente dan significado a la comunicación no verbal. También he de decir que esa idea de transmitir emociones a través de múltiples canales, es algo que negaron Ekman y Friesen (Ekman & Friesen, 1975); aunque posteriormente, para Ekman (2003) la expresión facial y la voz serían los sistemas de señales a través de los cuales se manifiesta la emoción.

Como vemos se adoptan nuevos criterios y se reemplazan a los anteriores sin ningún tipo de razonamiento o debate, sin mencionar al menos qué nuevas evidencias justifican dichos cambios (véase en este sentido el artículo de Keltner, Sauter, Tracy, Cowen, & A., en prensa). En este sentido, Crivelli y Fridlund (2019) preguntan cuál es el criterio para que una emoción sea considerada básica, o para aumentar el número de emociones consideradas básicas, porque “uno no aumenta el número de razas de perros al incluir gatos, a menos que haya evidencia o argumentos para justificar dicha agrupación”. En ese sentido y en relación a la tabla 2 del artículo, “Avances en la Teoría de las Emociones Básicas”, de los citados autores y que incluye ejemplos sobre las “nuevas” expresiones faciales, me pregunto lo siguiente:

-         - ¿Por qué se ha incluido el “aburrimiento” como emoción?, ¿cumple el criterio de ser una expresión breve, o se trata más bien de un estado temporal? Por otra parte, está claro que ese gesto, con todo el peso de la cabeza recayendo sobre la mano, puede denotar aburrimiento, pero también cansancio, falta de interés, molestia, falta de distracción, hastío, desaliento, desazón y un largo etcétera.


-     -¿Por qué las emociones identificadas como prototípicas (supuestamente las de esas fotografías) son consideradas como tales y no como dialectos de las mismas (siguiendo lo planteado en ese mismo artículo sobre la Teoría Dialectal de la Expresión Emocional)? En concreto, ¿por qué la expresión de felicidad lo componen las AU 6+7+12+25+26 y no 6+12, ó 6+12+25? ¿por qué la expresión de ira ahora es 4+5+17+23+24 y no 4+5+7+17+23+24+38, ó 4+5+7+10+22+23+25?, ¿por qué la prototípica de tristeza ahora es 1+4+6+15+17 y no 1+4+15 ó 1+4+11+15+(54+64)?, ¿por qué la de miedo es 1+2+4+5+7+20+25 y no 1+4+12+20+25, ó 1+2+4+5+20+26 ó 27?, ¿por qué la de asco es 7+9+19+25+26 y no 4+6+9+17+44, ó 9+16+(15,26) ó 10+16+25+26?, ó ¿por qué la expresión actual de sorpresa es 1+2+5+25+26 en lugar de, por ejemplo, 1+2+5+27?


   - Respecto a la expresión de interés tampoco creo que en a mayoría de los casos cumpla con el requisito de brevedad, pero además ¿por qué debe ser identificada universalmente como expresión de interés la imagen que figura en dicha tabla (Figura a) y no otra, como por ejemplo alguna de las mostradas en las figuras b, c ó d? 

 (Figura a)

 (figura b)

 (Figura c)

 (Figura d)

-          Ekman y Friesen (1975) mantenían que para que una emoción fuera considerada básica debería existir una expresión facial distintiva. Posteriormente Ekman, en una de sus obras más conocidas, mantuvo que cada emoción posee señales únicas y genera un patrón de sensaciones únicas en el cuerpo (Ekman P. , 2003, pág. 14). Sin embargo, ahora admiten que las emociones se relacionan entre sí y se apoyan en estudios  que agrupan “emociones” bajo la categoría de “emociones positivas” (Jack, Garrod, Yu, Caldara, & Schyns, 2012).


Partiendo de los predecesores de la Teoría de las Emociones Básicas (Descartes, Lebrun, Allport, Darwin, Tomkins) los actuales defensores siguen añadiendo emociones al listado inicial ¿lo hacen por intuición?, ¿por observación personal? En palabras de Crivelli y Fridlund (2019), las inconsistencias internas de BET les han llevado a unos supuestos básicos viciados.

Entre esos supuestos básicos hay uno me llama especialmente la atención y es lo que podría denominarse su “fundamentación circular”. Si la emoción, a día de hoy, no es definible ni medible de manera consensuada, el supuesto de que dado E (emoción sentida), de manera automática, aparece su correspondiente F (expresión facial) y dado F puedo deducir E, es circular e inconsistente. Yo puedo verificar que aparece F, porque es observable (y medible objetivamente gracias al FACS) pero, en la mayoría de los casos, no puedo verificar E (aunque en algunos casos lo sea por auto-informe, no se puede garantizar que la supuesta emoción sentida se ajunte a la definición de la misma, además de que esa definición no está consensuada). En palabras de Crivelli y Fridlund (2019) “la expresión facial es explicada por su pretendida emoción, que a su vez puede ser verificada por la ocurrencia de ese comportamiento facial”.

Entonces, siguiendo el análisis anterior ¿cómo podemos diferenciar si una expresión ha sido modificada/amortiguada/mitigada/distorsionada/reducida/enmascarada? (y con ello estoy también haciendo alusión a las denominadas microexpresiones). Complicadísimo, por no decir imposible, si no podemos rastrear el origen exacto de ninguna expresión facial.

También quiero resaltar la diferenciación entre emoción “sentida” y “fingida”. Si nos centramos en la sonrisa, los defensores de BET, mantienen que la sonrisa “sentida” es “verdadera” y se corresponde con la denominada “sonrisa Duchenne”, la cual es involuntaria e imposible de ser falsificada, siendo auténtica y “sentida”. En cambio la “sonrisa social” o de “apaciguamiento” (que solo acciona la musculatura del cigomático mayor), que permite bajar tensiones, es voluntaria y por tanto debe ser “falsa” y “no sentida”. Pero esta distinción, basada en la cualidad, se desmonta -por ejemplo- cuando se simula la expresión de Duchenne (que conlleva la contracción de la musculatura orbicular, además de la del cigomático mayor), o cuando la estimulación no es placentera, pero sí lo suficientemente intensa, haciendo aparecer esos pliegues denominados “patas de gallo” (por ejemplo en algunas muestras de dolor).

Respecto a los famosos estudios transculturales, en los que los indígenas de Papúa tenían que emparejar fotografías “estáticas”, “posadas”, con palabras que hacían referencia a una lista cerrada de emociones, aparte de los sesgos que conllevaba trabajar con listas cerradas y con fotografías de expresiones estereotipadas tan exageradas, los umbrales para declarar la universalidad de las 6 emociones fueron realmente bajos, ya que revisiones posteriores revelaron la baja relación entre los autoinformes de la experiencia subjetiva y los movimientos musculares faciales (Durán, Reisenzein, & Fernández-Dols, 2017).

Si universalmente no compartimos código alguno con la comunicación verbal, ni con la escrita, ¿por qué debería existir ese código compartido en la comunicación no verbal y más concretamente en la expresión facial? A mí personalmente, después de la falta de evidencia respecto a la universalidad de las denominadas “emociones básicas”, al hablar de la prevalencia de dialectos en las expresiones emocionales, afirmar que “los patrones de expresión, fueron luego analizados cuidadosamente por sus comportamientos faciales, corporales o vocales específicos, identificando que es universal y cómo prevalecen los dialectos culturalmente específicos”, me resulta tan absurdo como plantear la universalidad de un código emocional compartido con otros homínidos (resaltemos que el artículo finaliza expresando que “crítico para BET es la noción de que la expresión emocional humana surgió durante el proceso de la evolución de los mamíferos y, por implicación, que debería haber homologías convincentes entre el comportamiento humano y el comportamiento no humano”).

No creo que todas las culturas compartan nuestras concepciones sobre lo que es “emoción” cuando ni siquiera los occidentales lo hacemos.

Otro argumento más, en contra de los planteamientos de BET, es que en la vida diaria, en determinadas ocasiones, no se ajusta el sentimiento interior con la expresión facial prototípica mostrada que debería corresponderle. Así, nuestro comportamiento facial es muy similar durante las relaciones sexuales o cuando sentimos un dolor intenso; también lloramos en momentos de felicidad mostrando nuestro rostro expresiones prácticamente idénticas a cuando sentimos una enorme tristeza. Entonces, ¿dónde está esa expresión facial distintiva de la que nos hablaban Ekman y Friesen? ¿Cómo vamos a ser capaces de identificar la emoción que se siente a través de la expresión facial que observamos?

                 

Le será muy difícil identificar en estos rostros “dolor” o “placer”, “tristeza” o “alegría”, desconociendo el contexto en que se producen. En la imagen de la derecha el sentimiento era de enorme alegría por parte del medallista olímpico Oscar Figueroa (1ª medalla de oro para Colombia en levantamiento de pesas en Río 2016)

Está claro que tales distinciones no son posibles si no tenemos conocimiento del contexto específico en el que se llevan a cabo tales comportamientos faciales. Por tanto, parece lógico pensar que si comportamientos tan altamente relevantes como los citados, desde un punto de vista adaptativo, deben cumplir determinadas funciones, éstas deben ser flexibles y dependientes del contexto. Pongamos como ejemplo el llanto, cuyas funciones adaptativas podrían estar relacionadas con la obtención de cuidados por parte de otros (Soltis, 2004; citado por Férnandez-Dols, 2013), también podría tener otros significados afectivos y referenciales muy diferentes dependiendo de su contexto, como felicidad, dolor, enojo o empatía (Miceli y Castelfranchi, 2003; citados por Férnandez-Dols, 2013).


En definitiva, teniendo en cuenta los trabajos citados, parece ser que la expresión facial humana no ha evolucionado para mostrar (señalar) sentimientos interiores, sino intenciones o motivos sociales. Desde el punto de vista de la Ecología de la Conducta, el rostro no “expresa” o “refleja” nada; no interesan tanto los mecanismos que producen la expresión facial, sino cómo funciona ésta en las interacciones sociales. Mi expresión facial va dirigida más hacia “ti”, indica más lo que me gustaría que hicieras, en lugar de “hablar” de “mí”, o de cómo me siento. Una sonrisa, más que felicidad, en una interacción determinada puede indicar “disposición a cooperar” y en otra “intención de suavizar la tensión de una determinada situación” y en otro contexto un “deseo de filiación” y en otro “la voluntad de ser amable”, “el querer ser agradable” y un largo etcétera.  En palabras de Crivelli y Fridlund (2019), “al igual que nuestras palabras y nuestro comportamiento no verbal, las expresiones faciales son formas de influencia en nuestras trayectorias de interacción con otros”.

Trabajos citados

Crivelli, C., & Fridlund, A. (2018). Facial Displays Are Tools for Social Influence. Cell Press Reviews , 22 (5), 388-399.

Crivelli, C., & Fridlund, A. (2019). Inside-Out: From Basic Emotions Theory to the Behavioral. Jorunal of Nonverbal Behavior .

Crivelli, C., Carrera, P., & Fernández-Dols, J. M. (2015). Are smiles a sign of happiness? Spontaneous expressions of judo winners. Evolution and Human Behavior , 36 (1), 52-58.

Crivelli, C., Jarilo, S., Russell, J. A., & Fernández-Dols, J. M. (2016). Reading Emotions From Faces in Two Indigenous Societies. Journal of Experimental Psychology: General , 145 (7), 830-843.

Crivelli, C., Russell, A., Jarillo, S., & Fernández-Dols, J. M. (2016). The fear gasping face as a threat display in a Melanesian society. Proceding of the National Academy of Sciences of the USA , 113 (44), 12403-12407
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Durán, J. I., Reisenzein, R., & Fernández-Dols, J. M. (2017). Coherence Between Emotions and Facial Expressions. En J. M. Fernández-Dols, & J. A. Rusell (Edits.), The Science of Facial Expression (págs. 107-132). New York: Osford University Press.

Ekman, P. (1982). Emotion in the human face (2nd ed.). Cambridge University Press 
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Ekman, P. (2003). Emotions revealed: Recognizing faces and feelings to improve communication and amotional life. New York: Times Books.

Ekman, P. (1980). The face of man: Expressions of universal emotions in a New Guinea village. Garland .

Ekman, P. (1972). Universal and cultural differences in facial expression of emotion. En J. R. Cole (Ed.), Symposium on Motivation, 1971 (Vol. 19, págs. 207-283). Lincoln, NE: Nebrasca University.

Ekman, P., & Friesen, W. (1975). Unmasking the face: A guide to recognizing emotions from facial clues. Englewood Cliffs, New Jersey: Prentice-Hall Inc.

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Feldman, E. J. Coats, P. Philippot, R. S. Feldman, & E. J. Coats (Edits.), The social context of nonverbal behavior (págs. 242-261). Cambriadge UK: Cambriadge University Press.

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Jack, R. E., Garrod, O. G., Yu, H., Caldara, R., & Schyns, P. G. (2012). Facial expressions of emotion are not culturally universal. Proceedings of the National Academy of Sciences , 109 (19), 7241-7244.

Keltner, D., Sauter, D., Tracy, J., Cowen, & A. (In press). Emotional Expression: Advances in Basic Emotion Theory. Journal of Nonverbal Behavior .

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Keltner, D., Tracy, J., Sauter, D., Cordado, D. T., & McNeil, G. (2016). Expression of emotion. En L. F. Barrett, 

M. Lewis, & J. M. Haviland-Jones (Edits.), Handbook of emotion (págs. 467-482). New York: Guilford Press.

Nelson, N. L., & Russell, J. A. (2013). Universality Revisited. Emotion Review , 5 (1), 8-15.

Patterson, M. L. (2011). Más que Palabras. El poder de la Comunicación No Verbal. (S. Suárez, Trad.) Aresta-UOC
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Ruiz-Belda, M. A., Fernández-Dols, J. M., Carrera, P., & Barchard, K. (2003). Spontaneous facial expressions of happy bowlers and soccer fans. Cognition and Emotion , 17 (2), 315-326.

Russell, J. A., Bachorowski, J.-A., & Fernández-Dols, J. M. (2003). Facial and Vocal Expressions of Emotion. Anual Review of Psychology , 54, 329-349.


lunes, 19 de marzo de 2018

La madre y la presunta asesina de Gabriel: Expresiones distintas para finalidades idénticas.


El caso del pequeño Gabriel Cruz ha conmocionado al país entero. Es la peor pesadilla que puede vivir un padre o una madre que profese amor hacia un hijo. Todas las personas de bien nos emocionamos al referirnos al trágico suceso. Lo hicieron los propios agentes de la Guardia Civil cuando dieron con el cadáver, también en la rueda de prensa consiguiente. Lo hicieron la vicepresidenta del Gobierno y el propio ministro del interior durante el funeral del pasado martes. Los homenajes y momentos de recuerdo se han extendido por toda España y son muchas las competiciones deportivas y conciertos musicales que han hecho alguna alusión al pequeño Gabriel. Y es que, cuando muere alguien tan vulnerable como un niño de 8 años, y de esa manera, la conmoción inunda a todas las clases sociales, ideas o profesiones.
 
El cuerpo sin vida de Gabriel fue encontrado por la Guardia Civil el pasado domingo 11 de marzo, doce días después de su desaparición en la localidad almeriense de Las Hortichuelas, en Nijar (Almería). La autopsia ha determinado que Gabriel murió estrangulado el mismo día de su desaparición. La principal sospechosa, Ana Julia Quezada, pareja del padre del menor, fue detenida cuando trasladaba el cadáver del pequeño en el maletero de su coche.

La madre, Patricia Ramírez y la novia del padre, Ana Julia Quezada, han sido motivo de análisis por sus comportamientos y expresiones faciales tan distintas. En algunos medios se habla de dos expresiones de tristeza muy diferentes: una genuina, la de la madre y otra simulada, la de Ana Julia.


Pero, los analistas de comportamiento no verbal siempre deberíamos disponer de toda la información necesaria antes de efectuar cualquier tipo de análisis y ello no siempre es posible. ¿Cómo se comportan habitualmente los sujetos a analizar?, ¿qué gestos llevan a cabo habitualmente?, ¿qué cambios se producen ante determinadas preguntas?, ¿en qué contexto y en qué momento están tomadas las imágenes?, ¿que están escuchando?, ¿qué están diciendo?, ¿son imágenes fijas (instantáneas) o tomadas de vídeos? Para estas y para otras preguntas no siempre conocemos la respuesta y sin embargo nos lanzamos a efectuar análisis de todo tipo.

Como no siempre es posible disponer de toda la información necesaria para hacer un buen análisis, creo que, en esas ocasiones, lo mejor que podemos hacer es callarnos y dejar que las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado hagan su trabajo. Ellos sí tienen la posibilidad de acumular todo tipo de información, de analizarla, de detectar indicios, de tomar declaraciones y de llevar a cabo un interrogatorio. Además, en concreto la Guardia Civil, cuenta con el apoyo de la Sección de Análisis del Comportamiento Delictivo de la Unidad Técnica de Policía Judicial. Nosotros, los analistas del comportamiento no verbal, debemos limitarnos a hechos pasados y a tratar de llevar al terreno de lo científico cualquier tipo de análisis que realicemos.

Porque el terreno de lo no verbal se presta a falsas creencias, a errores y a plantear como científico algo que realmente no acaba de serlo. Si yo afirmara que las expresiones faciales no “expresan” emociones, sino que más bien atribuimos una emoción a una expresión mostrada, seguramente dicha afirmación resultaría muy radical e impopular y chocaría de lleno con muchos de los analistas en comunicación no verbal y con la “sabiduría popular” de la mayoría de los ciudadanos. No obstante, de hacerlo, con ello no estaría afirmando que la expresión facial no esté vinculada a las emociones, sino que la naturaleza de esa relación debería ser examinada y explicada en detalle. Además, ocurre que lo que comúnmente identificamos en un rostro como tristeza (una de las denominadas “emociones básicas o primarias”) es una de las emociones que presentan mayor variabilidad en su expresión facial y cuyo reconocimiento suele ser más impreciso.

Si acudimos al Sistema de Codificación de la Acción Facial (FACS) de Ekman y Friesen (1978) y a su versión referida a las denominadas "emociones básicas" (EMFACS), la expresión prototípica de tristeza conlleva una serie de acciones musculares visiblemente diferentes (Unidades de Acción –AU- observables): la elevación de la parte interior de las cejas (AU1), el descenso de las cejas formando un triángulo (AU4) y el descenso de la comisura de los labios (AU15). La musculatura del rostro implicada sería, principalmente, el frontal, superciliar, piramidal, depresor superciliar y triangular de los labios. Pero entre las expresiones a las que les atribuiríamos la emoción de tristeza también podrían estar implicados otros movimientos faciales y seguiríamos hablando de tristeza; como la elevación de las mejillas (AU6), el remarque del pliegue nasolabial (AU11), la inclinación de cabeza (AU54) o la mirada hacia abajo (AU64), por poner algunos ejemplos.

Si analizamos la fotografía de la derecha, en ella vemos a la madre de Gabriel durante un acto para tratar de buscar a su hijo, antes de conocer el fatal desenlace. En esa imagen, como muchos analistas han detectado, la madre del niño muestra claramente esa elevación de la parte interior y descenso de sus cejas (AU1+4). Pero dichos movimientos también son característicos en las expresiones a las que le atribuye una emoción de miedo y también ocurre que en dicha instantánea no aparece descenso alguno de la comisura de sus labios y sí cierto alargamiento. Pero el descenso de su mirada (AU64) es otro indicador de tristeza y la zona de la boca nos indica que su expresión se acerca más al llanto, con esa separación de labios (AU25) y elevación de barbilla (AU17). Su expresión va más allá de la tristeza, su rostro transmite un dolor intenso, el sufrimiento de una madre cuyo hijo ha desaparecido y cuya vida corre peligro. Su expresión es una señal de socorro, de petición de ayuda desesperada. La posibilidad de perder a un hijo es causa suficiente para generar el dolor y angustia que muestra en su rostro. Son muchos los adjetivos que podrían describir cómo se puede sentir esa madre: afligida, abatida, deprimida, desesperada, impotente, desconsolada, compungida y un largo etcétera. Sin embargo, ninguno de ellos parecería suficiente  para reflejar lo que expresa el rostro de la madre de Gabriel.

Si analizamos la fotografía de la izquierda, en la que aparece Ana Julia, en primer lugar deberíamos hacer mención a la situación en la que fue tomada dicha instantánea. Pero los medios no lo detallan. Sin embargo, en ella vemos a Ana Julia vistiendo una camiseta con la imagen del menor, por lo que podríamos pensar que fue tomada el día en que participó en la concentración de apoyo a los familiares de Gabriel, el pasado 9 de marzo (dos días antes de su detención y de lo que se hicieron eco los medios). Tampoco sabemos qué estaba diciendo o escuchando cuando llevó a cabo ese gesto, con quienes se encontraba y un largo etcétera. Sin embargo, sí sabemos que la emoción atribuida a una expresión depende del contexto en el que ocurre (Carroll y Russell, 1996) y para este caso desconocemos el contexto. Así por ejemplo, está comprobado que en momentos de felicidad también se puede producir llanto y no tener en cuenta el contexto en el que se produce dicha señal, nos podría llevar desafortunado al error de inferir una emoción de angustia o infelicidad, en lugar de felicidad. En el caso que nos ocupa, está claro que su expresión no muestra el dolor y la angustia que muestra la madre, pero, al fin y al cabo, dicha expresión podría estar dentro de la norma: ella no es la madre de Gabriel. Ahora es cuando sabemos que sus sentimientos hacia el niño debían de ser inexistentes, o, mejor dicho, negativos. Su expresión facial no viene acompañada por la acción de la porción medial del músculo frontal, provocando esa elevación de la parte interior de las cejas (AU1). Sus cejas solo descienden y se juntan (AU4), pero ¿ello es indicativo de algo?, ¿por qué el dolor de una “allegada” ha de ser tan intenso o equivalente al de una madre?

Creo que es evidente que, a priori,  en la mayoría de los casos esa diferencia de expresión podría resultar normal. No obstante, Ana Julia lleva a cabo un gesto que hoy interpretamos como intencionado: taparse la boca. ¿Emplea ese gesto para mostrarse condolida?

Dicho gesto suele aparecer cuando presenciamos imágenes impactantes o trágicas. Por ejemplo, cuando un torero sufre una cogida por un toro, o ante imágenes de una barbarie, como un atentado terrorista. También en un momento de preocupación intensa, o cuando tratamos de reprimir una señal emocional, o tras ser conocedores de una noticia dolorosa. Y vuelvo a preguntar ¿en qué momento está tomada esa instantánea?, ¿son comparables ambas situaciones y ambos vínculos afectivos con el niño, para poder sacar conclusiones sobre la falsedad o veracidad de dicha expresión?

Yo solo me atrevería a afirmar que su expresión, al estar presentes distintos medios de comunicación, probablemente trate de producir efectos en el receptor con beneficios para ella: el hacer creíble su inocencia en un momento en el que probablemente ya intuía o sabía que las sospechas recaían sobre ella. Pero si analizamos ambas imágenes bajo el prisma de la ecología de la conducta, la expresión de dolor de la madre también compartiría la misma finalidad: producir efectos en el receptor (la persona que tiene a su hijo) con beneficios para ella (atraer la atención de quien tiene a su hijo, conmoverlo y que lo libere cuanto antes). En ambos casos se trata de intenciones sociales, pero no me refiero a “intencional” como un estado consciente, sino simplemente como una disposición conductual dirigida a la persona que supuestamente tenía secuestrado a su hijo.

Los padres del niño sabían desde el principio que la persona implicada en su desaparición probablemente se encontraba en el entorno familiar o en el grupo de amigos. La madre era consciente de ello y cada intervención pública que hacía –a veces con Ana Julia a su lado- iba en ese sentido: como reclamo de compasión hacia ella, una madre hundida por el dolor. De hecho, la madre llegó a afirmar a la Cope, después de que apareciese el niño, que una vez volcadas las sospechas sobre Ana Julia, “tenía la esperanza de ablandarla”. Y es que, en definitiva, la expresión facial es una herramienta de comportamiento que empleamos para tratar de lograr ciertos objetivos. Y más que expresar emociones, es una estrategia de comportamiento impulsada por los motivos o necesidades del remitente (Fernández-Dols, 2013).

Tras este trágico suceso hay algo que también me atrevería a afirmar con rotundidad: la enorme frialdad y crueldad de Ana Julia Quezada sabedora del sufrimiento que estaba ocasionando a toda la familia del pequeño, pero muy especialmente a la madre y a su propia pareja. Los motivos por los que esta mujer llegó a cometer un acto tan miserable no los conocemos. Si descartamos un móvil económico, probablemente estén relacionados con celos o con un deseo de “posesión” hacia su pareja y a considerar al pequeño Gabriel un obstáculo para sus planes de futuro, o para conseguir plenamente esa “posesión”.

Ahora, con el fatal desenlace, el sentimiento de tristeza de sus padres perdurará y se transformará en angustia. Tristeza y angustia se sucederán y manifestarán en oleadas, en un intento por recuperar la pérdida. Pero también habrá momentos de rabia. Rabia contra la vida, contra Ana Julia, quizás contra Dios, contra ellos mismos por no haber expresado sus sospechas, de uno contra el otro por no haber impedido su muerte… aunque racionalmente no se haya podido hacer nada por impedir el fatal desenlace. Ese estado disfórico se prolongará hasta que con el paso del tiempo empiecen a desvanecerse poco a poco esos sentimientos, pero el recuerdo del pequeño Gabriel les acompañará para el resto de sus vidas. Ojalá que todo el apoyo social recibido al menos les sirva para que, en ese recuerdo, también haya instantes agradables. 


Referencias

Carroll, J. M., & Russell, J. A. (1996). Do facial expressions signal specific emotions? Judging the face in context. Journal of Personality and Social Psychology, 70, 205-218.

Ekman, P. (2003). Emotions revealed: Recognizing faces and feelings to improve communication and amotional life. New York: Times Books.

Ekman, P., & Friesen, W. (1978). Facial Action Coding System: A Technique for the Measurement of Facial Movement. Palo Alto: Consulting Psychologists Press.

Fernández-Abascal, E. G., & Chóliz Montañés, M. (2001). Expresión facial de la emoción. Madrid: UNED.

Fernández-Dols, J. M. (2013). Nonverbal communication: origins, adaptation and functionality. In J. A. Hall, & M. L. Knapp (Eds.), Nonverbal communication (pp. 69-92). Berlín: De Gruyter Mouton.