miércoles, 24 de abril de 2019

La otra cara de la expresión facial humana


Durante los últimos sesenta años se nos ha hecho creer que nuestro rostro refleja las emociones que sentimos de forma biológica, categórica, icónica y universal; que si modificamos esas expresiones “automáticas”  es debido a la intermediación de determinadas normas culturales, que son las que marcan unas “reglas de expresión”. Yo mismo estuve convencido de ello, supongo que porque cuando acudí a la gran cantidad de literatura especializada en ese tema, prácticamente todo provenía de la denominada Teoría de las Emociones Básicas (Basic Emotion Theory o BET). Es más, la idea de que ciertas expresiones faciales son producidas idénticamente por cada individuo, resulta muy llamativa y ha llevado a muchos países a marcar el diseño de diversos sistemas de seguridad aeroportuaria, o el de determinados protocolos de interrogatorio americanos tratando de detectar el engaño.



Esta teoría se ha nutrido fundamentalmente del denominado modelo Neurocultural de Ekman (1972, 1980, 1982), el cual, basado principalmente en el modelo de Darwin, inspiró a numerosos científicos a profundizar en el campo de las emociones y a publicar cientos de artículos que sustentaban la teoría de que nuestro rostro expresa, de forma prototípica, la emoción sentida y que seis de ellas se expresan de manera universal (alegría, ira, tristeza, miedo, asco, sorpresa). Según dicha teoría, la expresión facial está biológicamente determinada (orígenes filogenéticos) y es universal, pudiendo ser modificada (atenuada, enmascarada, disimulada) por convenciones culturales (Ekman & Friesen, 1969); es decir, modificable ontogenéticamente. Con posterioridad, Ekman añadió en alguno de sus escritos una séptima emoción al listado: el desprecio (pero dejaremos este asunto de lado).

Ahora, los defensores de dicho modelo, dicen haber ampliado el estrecho enfoque de esas emociones básicas a más de 20, aunque reconociendo la influencia del contexto en el reconocimiento de la emoción (Keltner, Sauter, Tracy, Cowen, & A., In press), incluyendo que también pueden señalar “intenciones” y hablando, ahora, de “cierto grado de interculturalidad”. Pero, sus fundamentos siguen sin ser sólidos y me llama la atención que se nieguen a reconocer tácitamente que estaban equivocados, que investigadores como Fridlund, Crivelli, Russel o Fernandez-Dols, entre otros, tenían razón. También me sorprende que en los libros de texto vinculados a las ciencias sociales, al hablar de emociones, ni siquiera se cite el punto de vista de la Teoría de la Ecología del Comportamiento.

El punto de vista de la Ecología del Comportamiento (Behavior Ecology View of facial displays  o BECV), en palabras de Crivelli y Fridlund  (2019), viene a ser una teoría funcionalista y externalista, basada en modernas teorías de comportamiento animal y en la evolución biológica y cultural del ser humano y supone una robusta alternativa a BET.

Yo, que durante años me consideré un defensor acérrimo de los postulados de la BET, he tenido la suerte de poder profundizar en el campo de las emociones desde otros enfoques diferentes. Por ello, desde hace unos cuantos años comparto que la expresión facial, como otros comportamientos, está determinada principalmente por factores situacionales incrustados en un sistema de tensión dinámica (Fernández-Dols, 1999), que la coherencia entre emoción y expresión facial es de moderada a baja para todas las emociones, con la excepción de la expresión de “felicidad”/”diversión”, siendo la “diversión” una categoría distinta y teniendo mucho más derecho a ser llamada “emoción básica” que alguna de las 5 restantes emociones básicas clásicas establecidas por Ekman en 1972 (Durán, Reisenzein, & Fernández-Dols, 2017); que existe evidencia que no respalda la afirmación de que el ser humano reconoce universalmente las emociones básicas a partir de las señales de la cara, que en ello influyen enormemente variables como la cultura y el idioma hablado, que los estudios del modelo Neurocultural emplearon un diseño intra-sujeto, con fotografías que mostraban expresiones faciales exageradas y posadas, desprovistas de contexto, con un formato de respuesta cerrada y forzada que canalizaba una variedad de interpretaciones en una sola palabra (la especificada por el experimentador), con un procedimiento que permitió que los observadores juzgasen una expresión facial en relación con otras presentadas y llevar a cabo un proceso de eliminación al emitir sus juicios (Nelson & Russell, 2013); que la expresión de “alegría” no es un indicador fiable per se de felicidad y que la probabilidad de expresar sonrisas es muy baja en ausencia de interacción social frente a las situaciones de interacción social (Ruiz-Belda, Fernández-Dols, Carrera, & Barchard, 2003); que las expresiones faciales y vocales están dirigidas a un receptor, que los intereses del emisor y del receptor pueden entrar en conflicto, que hay muchos factores determinantes para enviar una expresión además de la emoción, que las expresiones influyen en el receptor en una variedad de formas, que la respuesta del receptor es más que simplemente decodificar un mensaje, que los humanos no identificamos de la misma manera, no atribuimos el mismo significado emocional a las diferentes exhibiciones o expresiones faciales y que posiblemente percibamos el estado interno del emisor en términos de dimensiones bipolares: placer-desagrado, somnolencia-activación, etc. (Russell, Bachorowski, & Fernández-Dols, 2003); que en ambientes naturales, la evidencia disponible apunta a correlaciones débiles entre las emociones y sus expresiones previstas, que las expresiones faciales no deberían definirse como señales “nítidas” y “verdaderas” de una emoción, sino más bien como señales rápidas, múltiples e imprecisas que, sin embargo, son adecuadas (adaptativas) para sus remitentes en una situación particular, que tales señales están vinculadas a diferentes procesos mentales, pudiendo incluir movimientos faciales simultáneos o sucesivos vinculados a reacciones afectivas, valoraciones, motivos sociales o estrategias de regulación, pero también a procesos cognitivos o convenciones culturales (Fernández-Dols & Crivelli, 2013); que la “expresión de emoción” es un término de sentido común que oculta el desafío científico que plantea un flujo continuo de movimientos musculares de cuerpos moviéndose en un mundo de tres dimensiones que produce eventos con un significado flexible y dependiente del contexto (Fernández-Dols, 2013); que  las expresiones faciales son herramientas para las interacciones sociales en lugar de muestras de emociones básicas (Crivelli, Carrera, & Fernández-Dols, 2015); que son herramientas flexibles que utilizamos contingentemente para regular nuestras acciones de interacción social, ya sean éstas, públicas o privadas, con interlocutores reales o imaginados, animales, agentes virtuales, o incluso objetos inanimados a los que les atribuimos entidad (Crivelli & Fridlund, 2018); que las expresiones faciales no son hacia nosotros, sino hacia el cambio de comportamiento de quienes nos rodean (Crivelli & Fridlund, 2018; Crivelli & Fridlund, 2019); que los conceptos de BET de “emoción”, “reconocimiento”, “expresión facial” y “universalidad” están plagados de suposiciones infundadas y evidencia no concluyente y que una expresión facial específica no siempre está dirigida a transmitir el estado emocional específico del remitente (Fernández-Dols & Crivelli, 2015); que sorprendentemente para los trobriandeses de Papúa, Nueva Guinea, un rostro que para los occidentales se consideraría como muestra de miedo y sumisión es interpretado como “ira” y “amenaza” (Crivelli, Russell, Jarillo, & Fernández-Dols, 2016), por lo que ese “reconocimiento universal de la expresión facial” quizás no lo sea tanto y los estudios en culturas remotas requieran una revisión más cuidadosa; que no todos los humanos reconocen ciertas emociones específicas a través de la expresión facial, ya que en diversos estudios con sociedades indígenas con contacto limitado con influencias culturales externas, al mostrarles las expresiones faciales prototípicas y pedirles que señalaran a la persona que sentía una emoción específica (de felicidad, miedo, ira, asco o tristeza), la tesis de la universalidad solo fue apoyada moderadamente para la felicidad, siendo aún más modestos los resultados para el resto de las emociones denominadas “básicas” (Crivelli, Jarilo, Russell, & Fernández-Dols, 2016)

Pero estos y otros estudios no han sido difundidos suficientemente, apenas son populares. Y es que la idea de que la expresión facial tiene su propio lenguaje, que podemos leer, e incluso desvelar los sentimientos ocultos de un individuo, resulta extremadamente atractiva (y para muchos enormemente rentable).


Sigue sin haber consenso sobre qué es emoción y cómo puede medirse. Podemos encontrar cientos de definiciones diferentes sobre la emoción. Los defensores de BET ahora plantean que las emociones son patrones dinámicos y multimodales de comportamiento que involucran acción facial, vocalización, movimiento corporal, mirada, gesto, movimientos de cabeza, tacto, respuestas autonómicas e incluso el olor (Keltner, Tracy, Sauter, Cordado, & McNeil, 2016). Valoro positivamente que ahora tengan en cuenta otros canales no verbales como transmisores de señales, pero ya autores como Patterson (Patterson, 2011, pág. 39) nos hablaban de una especie de “regla de conjunto”, al resaltar que no enviamos y recibimos mensajes separados por canales y que debemos analizar cómo se relacionan los elementos formando patrones más amplios de comunicación no verbal, que son los que realmente dan significado a la comunicación no verbal. También he de decir que esa idea de transmitir emociones a través de múltiples canales, es algo que negaron Ekman y Friesen (Ekman & Friesen, 1975); aunque posteriormente, para Ekman (2003) la expresión facial y la voz serían los sistemas de señales a través de los cuales se manifiesta la emoción.

Como vemos se adoptan nuevos criterios y se reemplazan a los anteriores sin ningún tipo de razonamiento o debate, sin mencionar al menos qué nuevas evidencias justifican dichos cambios (véase en este sentido el artículo de Keltner, Sauter, Tracy, Cowen, & A., en prensa). En este sentido, Crivelli y Fridlund (2019) preguntan cuál es el criterio para que una emoción sea considerada básica, o para aumentar el número de emociones consideradas básicas, porque “uno no aumenta el número de razas de perros al incluir gatos, a menos que haya evidencia o argumentos para justificar dicha agrupación”. En ese sentido y en relación a la tabla 2 del artículo, “Avances en la Teoría de las Emociones Básicas”, de los citados autores y que incluye ejemplos sobre las “nuevas” expresiones faciales, me pregunto lo siguiente:

-         - ¿Por qué se ha incluido el “aburrimiento” como emoción?, ¿cumple el criterio de ser una expresión breve, o se trata más bien de un estado temporal? Por otra parte, está claro que ese gesto, con todo el peso de la cabeza recayendo sobre la mano, puede denotar aburrimiento, pero también cansancio, falta de interés, molestia, falta de distracción, hastío, desaliento, desazón y un largo etcétera.


-     -¿Por qué las emociones identificadas como prototípicas (supuestamente las de esas fotografías) son consideradas como tales y no como dialectos de las mismas (siguiendo lo planteado en ese mismo artículo sobre la Teoría Dialectal de la Expresión Emocional)? En concreto, ¿por qué la expresión de felicidad lo componen las AU 6+7+12+25+26 y no 6+12, ó 6+12+25? ¿por qué la expresión de ira ahora es 4+5+17+23+24 y no 4+5+7+17+23+24+38, ó 4+5+7+10+22+23+25?, ¿por qué la prototípica de tristeza ahora es 1+4+6+15+17 y no 1+4+15 ó 1+4+11+15+(54+64)?, ¿por qué la de miedo es 1+2+4+5+7+20+25 y no 1+4+12+20+25, ó 1+2+4+5+20+26 ó 27?, ¿por qué la de asco es 7+9+19+25+26 y no 4+6+9+17+44, ó 9+16+(15,26) ó 10+16+25+26?, ó ¿por qué la expresión actual de sorpresa es 1+2+5+25+26 en lugar de, por ejemplo, 1+2+5+27?


   - Respecto a la expresión de interés tampoco creo que en a mayoría de los casos cumpla con el requisito de brevedad, pero además ¿por qué debe ser identificada universalmente como expresión de interés la imagen que figura en dicha tabla (Figura a) y no otra, como por ejemplo alguna de las mostradas en las figuras b, c ó d? 

 (Figura a)

 (figura b)

 (Figura c)

 (Figura d)

-          Ekman y Friesen (1975) mantenían que para que una emoción fuera considerada básica debería existir una expresión facial distintiva. Posteriormente Ekman, en una de sus obras más conocidas, mantuvo que cada emoción posee señales únicas y genera un patrón de sensaciones únicas en el cuerpo (Ekman P. , 2003, pág. 14). Sin embargo, ahora admiten que las emociones se relacionan entre sí y se apoyan en estudios  que agrupan “emociones” bajo la categoría de “emociones positivas” (Jack, Garrod, Yu, Caldara, & Schyns, 2012).


Partiendo de los predecesores de la Teoría de las Emociones Básicas (Descartes, Lebrun, Allport, Darwin, Tomkins) los actuales defensores siguen añadiendo emociones al listado inicial ¿lo hacen por intuición?, ¿por observación personal? En palabras de Crivelli y Fridlund (2019), las inconsistencias internas de BET les han llevado a unos supuestos básicos viciados.

Entre esos supuestos básicos hay uno me llama especialmente la atención y es lo que podría denominarse su “fundamentación circular”. Si la emoción, a día de hoy, no es definible ni medible de manera consensuada, el supuesto de que dado E (emoción sentida), de manera automática, aparece su correspondiente F (expresión facial) y dado F puedo deducir E, es circular e inconsistente. Yo puedo verificar que aparece F, porque es observable (y medible objetivamente gracias al FACS) pero, en la mayoría de los casos, no puedo verificar E (aunque en algunos casos lo sea por auto-informe, no se puede garantizar que la supuesta emoción sentida se ajunte a la definición de la misma, además de que esa definición no está consensuada). En palabras de Crivelli y Fridlund (2019) “la expresión facial es explicada por su pretendida emoción, que a su vez puede ser verificada por la ocurrencia de ese comportamiento facial”.

Entonces, siguiendo el análisis anterior ¿cómo podemos diferenciar si una expresión ha sido modificada/amortiguada/mitigada/distorsionada/reducida/enmascarada? (y con ello estoy también haciendo alusión a las denominadas microexpresiones). Complicadísimo, por no decir imposible, si no podemos rastrear el origen exacto de ninguna expresión facial.

También quiero resaltar la diferenciación entre emoción “sentida” y “fingida”. Si nos centramos en la sonrisa, los defensores de BET, mantienen que la sonrisa “sentida” es “verdadera” y se corresponde con la denominada “sonrisa Duchenne”, la cual es involuntaria e imposible de ser falsificada, siendo auténtica y “sentida”. En cambio la “sonrisa social” o de “apaciguamiento” (que solo acciona la musculatura del cigomático mayor), que permite bajar tensiones, es voluntaria y por tanto debe ser “falsa” y “no sentida”. Pero esta distinción, basada en la cualidad, se desmonta -por ejemplo- cuando se simula la expresión de Duchenne (que conlleva la contracción de la musculatura orbicular, además de la del cigomático mayor), o cuando la estimulación no es placentera, pero sí lo suficientemente intensa, haciendo aparecer esos pliegues denominados “patas de gallo” (por ejemplo en algunas muestras de dolor).

Respecto a los famosos estudios transculturales, en los que los indígenas de Papúa tenían que emparejar fotografías “estáticas”, “posadas”, con palabras que hacían referencia a una lista cerrada de emociones, aparte de los sesgos que conllevaba trabajar con listas cerradas y con fotografías de expresiones estereotipadas tan exageradas, los umbrales para declarar la universalidad de las 6 emociones fueron realmente bajos, ya que revisiones posteriores revelaron la baja relación entre los autoinformes de la experiencia subjetiva y los movimientos musculares faciales (Durán, Reisenzein, & Fernández-Dols, 2017).

Si universalmente no compartimos código alguno con la comunicación verbal, ni con la escrita, ¿por qué debería existir ese código compartido en la comunicación no verbal y más concretamente en la expresión facial? A mí personalmente, después de la falta de evidencia respecto a la universalidad de las denominadas “emociones básicas”, al hablar de la prevalencia de dialectos en las expresiones emocionales, afirmar que “los patrones de expresión, fueron luego analizados cuidadosamente por sus comportamientos faciales, corporales o vocales específicos, identificando que es universal y cómo prevalecen los dialectos culturalmente específicos”, me resulta tan absurdo como plantear la universalidad de un código emocional compartido con otros homínidos (resaltemos que el artículo finaliza expresando que “crítico para BET es la noción de que la expresión emocional humana surgió durante el proceso de la evolución de los mamíferos y, por implicación, que debería haber homologías convincentes entre el comportamiento humano y el comportamiento no humano”).

No creo que todas las culturas compartan nuestras concepciones sobre lo que es “emoción” cuando ni siquiera los occidentales lo hacemos.

Otro argumento más, en contra de los planteamientos de BET, es que en la vida diaria, en determinadas ocasiones, no se ajusta el sentimiento interior con la expresión facial prototípica mostrada que debería corresponderle. Así, nuestro comportamiento facial es muy similar durante las relaciones sexuales o cuando sentimos un dolor intenso; también lloramos en momentos de felicidad mostrando nuestro rostro expresiones prácticamente idénticas a cuando sentimos una enorme tristeza. Entonces, ¿dónde está esa expresión facial distintiva de la que nos hablaban Ekman y Friesen? ¿Cómo vamos a ser capaces de identificar la emoción que se siente a través de la expresión facial que observamos?

                 

Le será muy difícil identificar en estos rostros “dolor” o “placer”, “tristeza” o “alegría”, desconociendo el contexto en que se producen. En la imagen de la derecha el sentimiento era de enorme alegría por parte del medallista olímpico Oscar Figueroa (1ª medalla de oro para Colombia en levantamiento de pesas en Río 2016)

Está claro que tales distinciones no son posibles si no tenemos conocimiento del contexto específico en el que se llevan a cabo tales comportamientos faciales. Por tanto, parece lógico pensar que si comportamientos tan altamente relevantes como los citados, desde un punto de vista adaptativo, deben cumplir determinadas funciones, éstas deben ser flexibles y dependientes del contexto. Pongamos como ejemplo el llanto, cuyas funciones adaptativas podrían estar relacionadas con la obtención de cuidados por parte de otros (Soltis, 2004; citado por Férnandez-Dols, 2013), también podría tener otros significados afectivos y referenciales muy diferentes dependiendo de su contexto, como felicidad, dolor, enojo o empatía (Miceli y Castelfranchi, 2003; citados por Férnandez-Dols, 2013).


En definitiva, teniendo en cuenta los trabajos citados, parece ser que la expresión facial humana no ha evolucionado para mostrar (señalar) sentimientos interiores, sino intenciones o motivos sociales. Desde el punto de vista de la Ecología de la Conducta, el rostro no “expresa” o “refleja” nada; no interesan tanto los mecanismos que producen la expresión facial, sino cómo funciona ésta en las interacciones sociales. Mi expresión facial va dirigida más hacia “ti”, indica más lo que me gustaría que hicieras, en lugar de “hablar” de “mí”, o de cómo me siento. Una sonrisa, más que felicidad, en una interacción determinada puede indicar “disposición a cooperar” y en otra “intención de suavizar la tensión de una determinada situación” y en otro contexto un “deseo de filiación” y en otro “la voluntad de ser amable”, “el querer ser agradable” y un largo etcétera.  En palabras de Crivelli y Fridlund (2019), “al igual que nuestras palabras y nuestro comportamiento no verbal, las expresiones faciales son formas de influencia en nuestras trayectorias de interacción con otros”.

Trabajos citados

Crivelli, C., & Fridlund, A. (2018). Facial Displays Are Tools for Social Influence. Cell Press Reviews , 22 (5), 388-399.

Crivelli, C., & Fridlund, A. (2019). Inside-Out: From Basic Emotions Theory to the Behavioral. Jorunal of Nonverbal Behavior .

Crivelli, C., Carrera, P., & Fernández-Dols, J. M. (2015). Are smiles a sign of happiness? Spontaneous expressions of judo winners. Evolution and Human Behavior , 36 (1), 52-58.

Crivelli, C., Jarilo, S., Russell, J. A., & Fernández-Dols, J. M. (2016). Reading Emotions From Faces in Two Indigenous Societies. Journal of Experimental Psychology: General , 145 (7), 830-843.

Crivelli, C., Russell, A., Jarillo, S., & Fernández-Dols, J. M. (2016). The fear gasping face as a threat display in a Melanesian society. Proceding of the National Academy of Sciences of the USA , 113 (44), 12403-12407
.
Durán, J. I., Reisenzein, R., & Fernández-Dols, J. M. (2017). Coherence Between Emotions and Facial Expressions. En J. M. Fernández-Dols, & J. A. Rusell (Edits.), The Science of Facial Expression (págs. 107-132). New York: Osford University Press.

Ekman, P. (1982). Emotion in the human face (2nd ed.). Cambridge University Press 
.
Ekman, P. (2003). Emotions revealed: Recognizing faces and feelings to improve communication and amotional life. New York: Times Books.

Ekman, P. (1980). The face of man: Expressions of universal emotions in a New Guinea village. Garland .

Ekman, P. (1972). Universal and cultural differences in facial expression of emotion. En J. R. Cole (Ed.), Symposium on Motivation, 1971 (Vol. 19, págs. 207-283). Lincoln, NE: Nebrasca University.

Ekman, P., & Friesen, W. (1975). Unmasking the face: A guide to recognizing emotions from facial clues. Englewood Cliffs, New Jersey: Prentice-Hall Inc.

Ekman, P., & Friesen, W. V. (1969). The Repertoire of Nonverbal Behaviour: Categories, Origins, Usage and Coding. Semiotica , 11, 49-98
.
Fernández-Dols, J. M. (2013). Advances in the Study of Facial Expression: an Introduction to the Special Section. Emotion Review , 5 (1), 3-7

Fernández-Dols, J. M. (1999). Facial expression and emotion: A situational view. En P. Philippot, R. S. 

Feldman, E. J. Coats, P. Philippot, R. S. Feldman, & E. J. Coats (Edits.), The social context of nonverbal behavior (págs. 242-261). Cambriadge UK: Cambriadge University Press.

Fernández-Dols, J. M., & Crivelli, C. (2013). Emotion and Expression: Naturalistic Studies. Emotion Review , 5 (1), 24-29.

Fernández-Dols, J. M., & Crivelli, C. (2015). Recognition of Facial Expressions: Past, Present, and Future Challenges. En M. K. Mandal, A. Awasthi, M. K. Mandal, & A. Awasthi (Edits.), Understanding Facial Expressions in Communication (pág. Springer). India.

Jack, R. E., Garrod, O. G., Yu, H., Caldara, R., & Schyns, P. G. (2012). Facial expressions of emotion are not culturally universal. Proceedings of the National Academy of Sciences , 109 (19), 7241-7244.

Keltner, D., Sauter, D., Tracy, J., Cowen, & A. (In press). Emotional Expression: Advances in Basic Emotion Theory. Journal of Nonverbal Behavior .

Keltner, D., Tracy, J., Sauter, D., & A., C. (2019). What Basic Emotion Theory Really Says for the Twenty-First Century Study of Emotion. Journal of Nonverbal Behavior .

Keltner, D., Tracy, J., Sauter, D., Cordado, D. T., & McNeil, G. (2016). Expression of emotion. En L. F. Barrett, 

M. Lewis, & J. M. Haviland-Jones (Edits.), Handbook of emotion (págs. 467-482). New York: Guilford Press.

Nelson, N. L., & Russell, J. A. (2013). Universality Revisited. Emotion Review , 5 (1), 8-15.

Patterson, M. L. (2011). Más que Palabras. El poder de la Comunicación No Verbal. (S. Suárez, Trad.) Aresta-UOC
.
Ruiz-Belda, M. A., Fernández-Dols, J. M., Carrera, P., & Barchard, K. (2003). Spontaneous facial expressions of happy bowlers and soccer fans. Cognition and Emotion , 17 (2), 315-326.

Russell, J. A., Bachorowski, J.-A., & Fernández-Dols, J. M. (2003). Facial and Vocal Expressions of Emotion. Anual Review of Psychology , 54, 329-349.