Parece ser que el
contacto visual interrumpe los recursos disponibles para los procesos de
control cognitivo durante la generación de palabras.
La mirada es un
elemento importante de la Kinesia, de tal forma que el establecer o no contacto
ocular puede cambiar por completo el significado de una situación (Martos, Grau, &
Petisco, 2016) .
Mantener durante un tiempo inadecuado la mirada puede tener consecuencias sociales ya que, a través de la mirada, se comunican actitudes interpersonales, sentimientos o características de la personalidad. Una persona que mantiene de forma extrema una mirada fija, será considerada como hostil o dominante, mientras que si una persona desvía frecuentemente la mirada, podrá ser considerada como tímida, sumisa, antipática o como muestra del deseo de terminar la interacción (Martos, Gray y Petisco, 2016).
Mantener durante un tiempo inadecuado la mirada puede tener consecuencias sociales ya que, a través de la mirada, se comunican actitudes interpersonales, sentimientos o características de la personalidad. Una persona que mantiene de forma extrema una mirada fija, será considerada como hostil o dominante, mientras que si una persona desvía frecuentemente la mirada, podrá ser considerada como tímida, sumisa, antipática o como muestra del deseo de terminar la interacción (Martos, Gray y Petisco, 2016).
Pues bien, no todas las personas tienen la
misma opinión sobre la duración adecuada para que ese contacto ocular llegue a resultar incómodo. Un reciente estudio (Binetti, Harrison,
Coutrot, Johnston, & Mareschal, 2016) publicado en Royal
Society Open Science, concluyó que la duración preferida de contacto visual de
las personas promediaba los 3,3 sgs. Este estudio demostró que el período
preferido de la duración de la mirada no depende de características como el
género, los rasgos de personalidad o lo atractivo/a que nos resulte la otra
persona. Los investigadores encontraron que los sutiles cambios pupilares, indicativos
de excitación fisiológica, correlacionaban con el tiempo de contacto visual que
las personas consideraban como cómodo. En concreto, las personas que preferían
un contacto visual más prolongado mostraban aumentos más rápidos en el tamaño
de sus pupilas cuando veían a la otra persona, que aquellos sujetos que
preferían un contacto ocular más corto. Concluyeron que esta duración era
señalada por índices fisiológicos (dilatación pupilar), más allá del control
volitivo, que podrían desempeñar un papel modulador en el comportamiento de la
mirada.
Pero, aparte de mantener más o menos tiempo
la mirada, está claro que cuando mantenemos una conversación, con cierta
frecuencia, apartamos la mirada de nuestro interlocutor. ¿Por qué lo hacemos?
Según un reciente estudio (Kajimura
& Nomura, 2016) mantener la mirada durante una
conversación supone un esfuerzo que interfiere con el trabajo de buscar
palabras para mantener dicha conversación, por lo que tendemos a desviar la mirada
de nuestro interlocutor cada cierto tiempo. Para estos autores mantener el
contacto visual le supone un esfuerzo al cerebro. Ese contacto visual
interrumpe los recursos disponibles para llevar a cabo los procesos de control
cognitivo necesarios para la búsqueda de las palabras adecuadas para mantener la
conversación. Por tanto, el contacto visual y el procesamiento verbal
compartirían recursos cognitivos perjudicando a los procesos de generación de
palabras (es decir a la recuperación y selección). Por ello, a veces optamos
por romper esa situación, para poder dedicar más recursos a la búsqueda de
palabras para mantener la conversación de manera fluida.
En su experimento le pidieron a 26 sujetos
que llevaran a cabo una actividad de asociación de palabras, consistente en
buscar un verbo relacionado con la palabra facilitada por el experimentador (ejemplo:
si le facilitaban la palabra “pistola”, un verbo asociado podía ser
“disparar”). Los nombres facilitados variaban en complejidad para provocar
mayor o menor carga cognitiva en el cerebro de los sujetos. A la vez que
realizaban dicha tarea, le pidieron a los sujetos que mantuvieran la mirada de
una persona que aparecía en una grabación de video. En dicha grabación, el
sujeto de la imagen tardaba más o menos tiempo en romper el contacto visual, o
desviaba la mirada. Pues bien, los investigadores detectaron que los individuos
que veían rostros con los ojos dirigidos hacia ellos, retrasaban la generación
de palabras más que los individuos que veían una película de rostros con la
mirada desviada hacia otro lado. También compararon el tiempo que los sujetos
necesitaban para la búsqueda de palabras con el tiempo en que la imagen tardaba
en romper el contacto visual. De esta forma descubrieron que los sujetos
necesitaban más tiempo para buscar las palabras más complejas, pero que esto
apenas se notaba si no existía ese contacto visual, concluyendo que este efecto
solo está presente cuando las demandas de recuperación y selección de palabras son
altas. Esos resultados apoyan la hipótesis de que el contacto visual (canal no
verbal) comparte recursos cognitivos con la búsqueda y generación de palabras
(canal verbal) y que uno puede interferir en el otro.
Por tanto, no solo
apartamos la mirada para evitar intimidar a la otra persona, o para no resultar
hostiles, sino porque a veces nuestro cerebro trata de evitar una sobrecarga
cognitiva.
Trabajos citados
Binetti, N., Harrison, C.,
Coutrot, A., Johnston, A., & Mareschal, I. (6 de July de 2016). Pupil
dilation as an index of preferred mutual gaze duration. Royal Society Open
Science.
Kajimura, S.,
& Nomura, M. (2016). When we cannot speak: Eye contact disrupts resources
available to cognitive control processes during verb generation. Cognition, 157, 352-357.
Martos, A., Grau, M., & Petisco, J. M. (2016).
Otros canales. En R. M. López Pérez, F. Gordillo León, & M. Grau Olivares,
Manual de Análisis de Comportamiento no Verbal: más allá de la comunicación
(págs. 115-128). Madrid: Pirámide.