viernes, 23 de febrero de 2018

Anna Gabriel: señales de sumisión y ausencia de amenazas hacia las autoridades suizas


Está claro que Anna Gabriel es una mujer inteligente y sabe adoptar la apariencia que considera más adecuada para tratar de alcanzar sus objetivos. La conducta adaptativa es un concepto vinculado en origen a la Biología. Darwin (1859) resaltó la capacidad del organismo para ajustarse a su entorno como mecanismo clave del proceso evolutivo. En Antropología existen diversas corrientes que plantean que en las culturas de las sociedades humanas las conductas adaptativas son la vía que éstas emplean para superar exitosamente las limitaciones que impone el hábitat. Para la Sociología, en el proceso de socialización la conducta adaptativa nos llevaría a adoptar las conductas y valores propios de una sociedad determinada. Y es que para la Sociología los agentes de socialización (como el grupo de pertenencia, o la familia) conducen a la adaptación del individuo a su entorno social y a diferentes grados de conformidad o uniformidad en conductas, pensamientos y aceptación de determinadas normas (Montero, 2005)..


En ese sentido, el cambio repentino en apariencia y conducta de Anna Gabriel, podría responder a ese intento de adaptación a su nuevo entorno social, lejos de su grupo de pertenencia. La apariencia es un canal de información no verbal muy potente que permite identificar y “etiquetar” a las personas. Hasta ahora, a la exdiputada le ha interesado identificarse con determinada corriente política y social. Su sello de identidad ha sido vestir con esas camisetas con mensajes antisistema y lucir esos peinados y cortes de pelo “rompedores”. Pero, parece ser que ha llegado el momento de hacer como el camaleón y transformar su apariencia, probablemente porque su estrategia actual es tratar de empatizar con los ciudadanos y con las autoridades suizas. Al fin y al cabo, su futuro penal y laboral depende de ello. Su imagen pública ya no es tan coherente con las ideas que defiende, pero una cosa son las ideas y otra muy diferente la “supervivencia”.


Todos sabemos que mostrar una amplia sonrisa genera una reacción positiva en los demás. La utilizamos en múltiples situaciones sociales con la intención de ser amistosos; en otros casos como señal de apaciguamiento (por ejemplo cuando llegamos tarde a una reunión). La expresión facial en situaciones de alta activación puede mostrar emociones, pero en la mayoría de los casos está vinculada a la comunicación de intenciones, a motivos sociales. Para la Ecología del comportamiento, las conductas faciales de exhibición emocional son manifestaciones de la intencionalidad social (Fridlund, 1994). Según afirman Fernández-Dols y Crivelli (2013), diversos estudios naturalistas de tradición etológica han demostrado que las sonrisas, en lugar de ser explicadas como señales de emoción con un significado fijo, son mejor explicadas como conductas que satisfacen diversas funciones adaptativas y que tienen un valor referencial flexible. Así, citan diversos trabajos que ponen de manifiesto múltiples funciones diferentes de la sonrisa: como una invitación sexual (Moore, 1985), en el marcado del estatus sociométrico (Cashdan, 1998), en bromas ambivalentes (Keltner, Young, Heerey, Oeming y Monach, 1998), como expresión de afecto y aceptación y -unida al “flash de cejas” (elevación rápida de cejas)- como invitación social (Eibl-Eibesfeldt, 1998), o como mensajes de predisposiciones cooperativas para compartir recursos materiales (Mehu, Grammer y Dunbar, 2007).

Siguiendo la línea marcada por la Ecología de la conducta, en el caso de la entrevista ofrecida por Anna Gabriel a la cadena suiza RTS, su sonrisa cumpliría una función de expresión de afecto y aceptación, transmitiendo su deseo de ser amistosa, su disposición y deseo de afiliarse; lo que correlacionaría con su intención de residir en Suiza y retomar su carrera como profesora universitaria (intenciones laborales y, si fuera necesario, de asilo político).


En dicha entrevista ha cambiado la expresión feroz a la que, en muchas ocasiones, nos tenía acostumbrados, por una expresión más dulce y amable, llegando a dar muestras de debilidad. Ladear la cabeza es una forma de decir que está cómoda, que se muestra cordial y receptiva. Pero también puede ser una señal de sumisión y ausencia de amenaza, porque al ladearla dejamos expuesta la garganta y hace que parezcamos más pequeños de tamaño y menos amenazadores. El propio Darwin indicó que cuando la gente se siente sumisa tiene tendencia a inclinar la cabeza, con lo cual consigue un aspecto más bajo y menos amenazador. 




La costumbre de bajar la cabeza como signo de sumisión es común a muchas culturas y se sigue llevando a cabo ante ciertas autoridades como reyes, emperadores y presidentes de gobierno (curiosamente en España el protocolo del saludo a nuestro monarca no exige la inclinación de cabeza como señal de respeto y sumisión). También en diversas situaciones hacemos uso de ese gesto a modo de disculpas, como pidiendo perdón por los inconvenientes que hemos podido ocasionar (por ejemplo al pasar entre de dos personas que están conversando). 

Muchos animales, como los perros y los lobos, ofrecen su cuello a otro animal más dominante de su misma especie en señal de sumisión; además encogen el cuerpo hasta quedar casi agazapados y simular así la altura de un cachorro (incluso suelen lamer el morro del dominante como haría un cachorro). Quizás por ello, para autores como Allan y Bárbara Pease (2006), la cabeza inclinada exhibe un cuello vulnerable y hace que la persona parezca más pequeña y más sumisa. 


Anna Gabriel utiliza los gestos de ladear la cabeza y asentir con ella porque sabe, o intuye, que de esta manera su interlocutor y, por extensión toda la audiencia que va a ver esa entrevista, empezarán a sentirse confiados con ella, ya que ofrece un aspecto no amenazador. A ello contribuye también su nueva apariencia, ahora más aniñada.

En definitiva, su cambio de apariencia, ahora más acorde a la mayoría de la población, y sus muestras de cordialidad y sumisión, no son más que exhibiciones para tratar que las autoridades y población suiza empaticen con su causa.


Trabajos citados


Darwin, C. (1859). El Origen de las Especies.

Fernández-Dols, J. M., & Crivelli, C. (2013). Emoction and Expression: Naturalistic Studies. Emotion Review, 5(1), 24-29.

Fridlund, A. J. (1994). Expresión facial humana. Una Visión Evolucionista. (J. Cerdas Ibañez, & I. Cardas Ibánez, Trads.) Bilbao: Desclée De Brouwer.

Moreno, D. (2005). La conducta adaptativa en el panorama científico y profesional actual. Intervención Psicosocial, 14(3), 277-293.

Pease, A., & Pease, B. (2006). El lenguaje del cuerpo. Cómo interpretar a los demás a través de sus gestos. Barcelona: Amat, S.L.
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