jueves, 6 de julio de 2017

¿Por qué cuando sentimos emociones fuertes aguantamos la respiración?

Cuando realizamos un gran esfuerzo, como cargar una pesada caja, solemos contener la respiración. Ante un esfuerzo intenso, además de aparecer la correspondiente expresión bajando y juntando las cejas, mostramos la típica mirada feroz (odio), apretamos firmemente la mandíbula y contenemos la respiración. Ocurre que esta misma expresión aparece cuando sentimos ira. Ekman, cuando les pedía a los indígenas de Papúa, Nueva Guinea, que mostraran qué cara pondrían si estuviesen a punto de pegar al alguien, estos juntaban los labios y los apretaban al blandir el brazo para asestar el golpe con un hacha (Ekman, 2003, págs. 135-136), mostrando una clara expresión de ira.

Mantenemos la respiración ante determinadas sensaciones de ira, miedo y otras emociones intensas. Una de las posibles razones de por qué aguantamos la respiración en esas situaciones es porque determinadas emociones, cuando son intensas, provocan mayor aporte sanguíneo hacia determinadas zonas del cuerpo, como hacia los músculos de las piernas ante el miedo, pues nos preparan para la huida; o los músculos de los brazos ante la ira, ya que nos preparan para la lucha. La tensión muscular aumenta en estas zonas, pero también en la zona del pecho (como cuando realizamos un esfuerzo), lo que incluye a los músculos que intervienen en la respiración (principalmente a los músculos intercostales externos, músculos escalenos y esternocleidomastoideos). Esa mayor tensión en dicha musculatura impide que respiremos con normalidad.

Por otra parte, cuando sentimos miedo, en función de nuestro aprendizaje pasado sobre lo que puede protegernos mejor, pueden aparecer dos acciones totalmente diferentes: escondernos o huir. La evolución nos ha preparado para hacer lo que ha contribuido de mejor manera a la supervivencia y evolución de nuestra especie. Sabemos que muchos animales ante la presencia de un peligro, como un potencial depredador, lo primero que hacen es permanecer inmóviles, probablemente porque ello haya contribuido en muchos casos a que no hayan sido detectados. Por tanto, otra razón para dejar de respirar es que mantenernos absolutamente quietos (paralizados) puede ser una buena estrategia ante cualquier amenaza y al dejar de respirar podemos escuchar con más precisión al peligro que se acerca,  e incluso verle mejor (nuestra cabeza permanece inmóvil).

REFERENCIAS

Ekman, P. (2003). Emotions revealed: Recognizing faces and feelings to improve communication and amotional life. New York: Times Books.